GRANDES FEMINISTAS

Alfonsina Storni: la escritora que rompió con los moldes de la época

Su paso por San Juan, una ardua lucha contra la depresión y cientos de padecimientos que fueron el presagio del final de una de las grandes poetisas del siglo XX.
domingo, 13 de junio de 2021 · 18:00

Alfonsina Storni fue una de las mujeres que puso en jaque a los mandatos culturales hegemónicos de la década del 20 y del 30. Si bien es mayormente conocida por cómo le puso fin a sus días, ella fue mucho más que eso.

Parte de su historia de vida tiene antecedentes en San Juan ya que sus padres Alfonso Storni y Paulina Martignoni, junto con sus hermanos mayores, María y Romero, vivieron  cerca de 10 años en la provincia cuyana (desde 1880 hasta 1891). Fue allí donde fundaron una pequeña empresa de cerveza, la cual no prosperó. Si bien los Storni debieron volver a su tierra natal en Suiza, los hijos de la familia se quedaron en la tierra del buen sol.

Fue el 29 de mayo de 1892 cuando nació Alfonsina, la tercera hija del matrimonio. A los pocos años, concretamente en 1896 regresan a San Juan y fue allí donde la poeta registró sus primeros recuerdos de vida. 

Estoy en San Juan, tengo cuatro años; me veo colorada, redonda, chatilla y fea. Sentada en el umbral de mi casa, muevo los labios como leyendo un libro que tengo en la mano y espío con el rabo del ojo el efecto que causo en el transeúnte. Unos primos me avergüenzan gritándome que tengo el libro al revés y corro a llorar detrás de la puerta.
 

Fue en 1901, la familia Storni se trasladan a Rosario donde la vida les fue dura, ya que la pobreza los azotó a pesar de los intentos por revertir la situación. Esas penurias que atravesó Alfonsina, fueron lo que la llevaron a escribir sus primeros versos a la edad de 12 años. Uno de ellos fue un recuerdo de su padre en tierra cuyana. 

 

Que por días enteros, vagabundo y huraño
no volvía a la casa, y como un ermitaño
se alimentaba de aves, dormía sobre el suelo
y sólo cuando el Zonda, grandes masas ardientes
de arena y de insectos levanta en los calientes
desiertos sanjuaninos, cantaba bajo el cielo.

 

Al pasar unos años, sus primeros poemas inician a tomar estado público. Esto se debe a que se publicaron en la revista Monos y Monadas. Uno de los que más notoriedad tomó fue la obra titulada “Anhelos”. La misma fue inspirada en el legendario ombú que durante años fuera parte primordial de una Quinta de la zona.

 

ANHELOS
“Bajo el ombú, que eleva majestuoso
su verde copa en la lanosa pampa
he sollozado un día los recuerdos
que viven en el alma.
Bajo el ombú, coloso de lo inmenso,
cuando la noche silenciosa y quieta
iba robando al día sus colores
lloré mi dicha muerta.
Testigo fue del dolorido grito
con que en las horas del dolor pasadas,
el corazón rebelde al sufrimiento
protestas levantara.
Tiempo hacía ya que de la herida abierta
la sangra gota a gota no manaba
Tiempo hacía ya de su tronco hermoso
la suerte me alejaba.
Y hoy al mirarlo, siento que de nuevo
acuden en tropel viejas nostalgias
que en el fondo de mi alma dolorida
juzgaba sepultadas.
Mas, si el dolor de nuevo en mí provocas
no he de odiarte por eso, árbol querido,
que al cadáver del indio vagabundo
un día diste abrigo.
Y en prueba yo también, como ese ignaro
quiero por cruz tu sombra silenciosa;
y en vez de blanca lápida labrada
el verde de tus hojas.

Al tiempo, específicamente en 1911 se trasladó sola a Buenos Aires. Ya con sus 19 años y habiendo recorrido un largo trayecto como escritora, actriz y docente en Rosario, comenzó a buscar el modo de ganarse la vida haciendo lo que más le apasionaba, aunque sabía que no iba a ser nada fácil lograrlo.

Fue en Buenos Aires donde nació Alejandro, su único hijo en 1912, de quien jamás se conoció la identidad de su padre. Aunque años después, el primogénito de Alfonsina, aseguró que tuvo contactó con su progenitor hasta los 6 años de edad. Este fue el inicio de una lucha ardua para Alfonsina ya que su situación de madre soltera era una desobediencia a los deberes como mujer de la época.

Su búsqueda laboral resultó ardua hasta que logró ingresar en Caras y Caretas, la revista que le posibilitaría abrir sus puertas en la escritura, aunque como corresponsal, y conocer a quienes serían sus grandes amistades. Recién en 1916 comenzó a publicar poemas y prosa en la revista La Nota, donde el público pudo leer los poemas Convalecer y Golondrinas. En ese mismo año ella logró publicar su primer libro, dando a conocer sin pudor alguno sus vivencias como madre soltera y algunos otros males que la azotaban.

La poesía fue uno de los refugios de su vida ya que la escritora contaba con cuadros de depresión, algunos historiadores consideran que fueron debidos al alcoholismo de su padre o los prejuicios a los que fue sometida durante un largo tiempo por ser mujer y madre soltera.

A pesar de los males, tuvo dos amigos que la sostuvieron en los tiempos donde todo parecía desmoronarse. Ellos fueron: el uruguayo Horacio Quiroga y Leopoldo Lugones. A los cuales también se los relacionó de manera amorosa, aunque nunca se supo si fue verdad. Sin embargo, en el 2002 su hijo Alejandro dejó entrever que hubo un historia real con Quiroga.

La poeta fue una de las pioneras en el feminismo de inicios del siglo XX, cuando la mujer era legalmente considerada casi como un menor de edad, sin siquiera la posibilidad de votar. Por ello es que sus acciones eran fuertemente criticadas. Cabe decir que ella tuvo una intensa participación en el gremialismo literario e intervino en la creación de la Sociedad Argentina de Escritores y en el sufragio femenino.

Junto con otras mujeres escritoras conformó Las Modernas. Las cuales luchaba por la igualdad. Inclusive por medio de la escritura lograron incluirse en un lugar de privilegios en el ambiente literario. Ellas rompieron con varios de los prejuicios de la época. Entre las integrantes de este grupo destacan Victoria Ocampo, Salvadora Medina y Delfina Bunge. Estas mujeres dejaron un camino en la rama de la literatura para las próximas generaciones de mujeres.

Sin embargo, a sus 45 años le diagnosticaron cáncer de mamas, lo cual llevó a que cuestionara como continuar con su vida. Luego de los exámenes, terminando extirpándole el pecho derecho, lo que la sumiría aún más en un estado cercano a la esquizofrenia, lo cual fue finalmente lo que diagnosticarían sus médicos. Concretamente esto fue en 1937, cuando finalizó con la escritura de su último libro denominado Mascarilla y trébol

Para muchos su final fue anunciado desde el momento en que escribió unos versos en recuerdo a la muerte de su querido amigo Horacio Quiroga e inclusive la de Leopoldo Lugones. Esto se debe a que Alfonsina luchó constantemente por evitar finalizar con su vida, algo que todo su círculo de cercano lo conocía.

Morir como tú, Horacio, en tus cabales,
Y así como en tus cuentos, no está mal;
Un rayo a tiempo y se acabó la feria...
Allá dirán.
Más pudre el miedo, Horacio, que la muerte
Que a las espaldas va.
Bebiste bien, que luego sonreías...
Allá dirán.

A pesar de todo, la madrugada del martes 25 de octubre de 1938, Alfonsina Storni abandonó la habitación donde se hospedaba en Mar del Plata y se dirigió a la playa La Perla. Horas más tardes unos obreros encontraron su cadáver flotando en el mar. Su final estuvo circunscripto a varias investigaciones, algunas más poéticas y otras tenebrosas.

El 22 de octubre ella envió a diario La Nación, su última creación, la cual fue considerada un presagio o una carta de despedida de lo que planeaba hacer para paliar su dolor. Este se denominó “Me voy a dormir”. El texto llegó a la redacción el 23 de octubre en la noche y fue publicado al día siguiente de su muerte.

Así fue como se generó el fin  de la vida de una de las grandes poetas de la historia de América, quien a través del arte se manifestó con orgullo, ironía y sensibilidad. Además de expresarse libremente contra los prejuicios de los mandatos machistas que pregonaban en ese momento.

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